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COLOSENSES - Cristo en vosotros, la esperanza de gloria
Meditaciones acerca de la epístola del apóstol Pablo a la iglesia en Colosas

PARTE 1 - Los fundamentos de la fe cristiana (Colosenses 1:1-29)

Apéndice 1 - El saludo apostólico


De Dios nuestro Padre

Pablo, el antiguo jurista de la Torá rompió con su saludo apostólico el muro de desconocimiento humano acerca de Dios. Ningún hombre ni ninguna religión conocen realmente a Dios. En el mejor de los casos saben que existe un Dios, pero quien es, nadie lo sabe. Juan testifica: “A Dios nadie le vio jamás, el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). Jesús manifestó: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. V.28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:27.28).

Pablo aceptaba el autotestimonio de Jesús y confesó a pesar de la persecución de los judíos quien es el desconocido, temido y gran Dios: “¡Nuestro Padre!” Esta revelación es una sensación. ¡El Eterno revive a mortales, el Santo acepta a pecadores, el Paciente aguanta a hijos rebeldes y el Justo justifica los injustos! Todo esto de ningún modo es lógico, sino espiritual. El amor de Dios nuestro Padre es mayor y más amplio que nuestro intelecto. ¿Cuándo nos someteremos finalmente con gozo a su soberanía y bondad y alabemos su nuevo nombre que Jesús nos ha revelado? ¿Por qué oramos muchas veces a un Señor indefinido y no a “nuestro Padre”?

El que intenta conocer el secreto del nombre paterno de Dios, encontrará en las palabras escritas de Jesús que El habla en el Nuevo Testamento como 200 veces de su Padre. Jesús lo nombra 80 veces con mucha reverencia ,“el Padre”, con íntimo agradecimiento 59 veces “mi Padre”, y con gran confianza en sus oraciones ,10 veces “Padre”. Solamente una vez dice “Nuestro Padre” al comienzo de la oración modelo (Mateo 6:9; Lucas 11:2). En esta bondadosa expresión comparte el Señor Jesús su derecho personal con sus seguidores. Ellos son adoptados legalmente y renacidos espiritualmente por el sacrificio expiatorio de Jesús y el recibimiento del Espíritu como hijos de la familia de Dios. Aquel que comprende esta realidad profundamente, adora al Padre y al Hijo a través del Espíritu Santo y le sirve toda su vida con gozo y júbilo. Por eso Jesús llama a su Padre también 21 veces “vuestro Padre” y 5 veces “tu Padre”.

En humillación, necesitamos reconocer que Jesús habla seis veces más de “del Padre” y “su Padre” que del Padre de sus discípulos. El misterio de Dios el Padre no es que nosotros seamos hijos de Dios, sino que Jesús es el Hijo de Dios. Porque el todopoderoso Dios se reveló como Padre de Jesucristo y declaró públicamente a su amado Hijo (Mateo 3:17; 17:5), recibimos a través de la fe, una relación con su Hijo, el privilegio de participar del derecho del Hijo de Dios, pero también la obligación de someternos a la autoridad de nuestro Padre. Dios no es nuestro Padre en forma directa, sino Padre de Jesucristo. Solo por él y en él somos hechos hijos de Dios. Todas las oraciones a nuestro Padre celestial y nuestras actividades deben realizarse en el nombre de Jesús. Nosotros no somos importantes , a Jesús ha sido entregado todo poder en el cielo como en la tierra (Mateo 28:18).

Al mandarnos la obediencia por fe, Jesús no puso sobre nosotros una carga demasiado pesada, sino derramó su propio santo Espíritu en nosotros, sus discípulos, como “poder de lo alto”. En este sentido escribe Pablo: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! V.16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. V.17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con El, para que juntamente con El seamos glorificados.” (Romanos 8:15-17). Se dice que el reformador Calvino, hubiera dicho que este grito original del Espíritu Santo en los seguidores de Cristo fue la prueba de su autenticidad. Nosotros recibimos por este grito del Espíritu Santo una revelación directa de Dios en nuestros corazones, para no dudar de su paternidad.

¿Quién agradece a nuestro Padre celestial, por su cuidado y amor, por darnos salvación a través del sacrificio de su único Hijo, por su guía y transformación, por su herencia en nosotros por medio de la morada del Espíritu Santo en nuestros corazones y por la gloria prometida? Todo esto nos pertenece en el nombre de Cristo. Pero, ¿dónde está nuestro agradecimiento? Su Espíritu nos enseña a orar y cantar: “Gracias, mi Padre, por todo lo que haces.”

El Padre Nuestro que Jesús nos enseñó, es la oración principal de la cristiandad. Nos enseña que el nombre paterno en nosotros y alrededor nuestro sea santificado, que su reino paterno llegue con nosotros y a través nuestro , que su voluntad paterna en nosotros y por nosotros sea hecha como en el cielo. El Padre nos da suficiente pan para cada día y no sólo a nosotros, sino a todos los de la iglesia de su Hijo. ¿Le agradecemos por esto? Además pedimos a nuestro Padre que nos perdone ampliamente y diariamente todos nuestros pecados, equivocaciones y omisiones y que nosotros igualmente perdonamos amplia y totalmente a nuestros adversarios, que olvidamos su maldad y les amamos. Pedimos al Padre que nos cuide de la tentación de abandonarlo y que nos salve de las artimañas y del poder del maligno, fortaleciéndonos en Jesucristo, amparándonos y protegiéndonos para la eternidad (Mateo 6:9-13). ¡Qué tremendo privilegio tenemos que Jesús nos haya revelado a su Padre y que Pablo nos promete gracia, perdón, vida y paz de parte de El! ¿Acaso todavía somos débiles en adoración y agradecimiento?

Pero Dios no es solamente un Padre para todos los seguidores de Jesús, sino también el Padre de los hijos e hijas perdidos, especialmente de los descendientes de Abraham. El espera su regreso, mirando con ansiedad por cada uno de ellos. En cuanto ve a uno regresar tímidamente en sus harapos de injusticia, se apresura para encontrarlo, para que su hijo pródigo o hija no tengan necesidad de dar solos, los últimos pasos hacia el hogar. El Padre está esperando su confesión de pecado, y su pedido de misericordia y trabajo antes de hablarle (Lucas 15:20-21) Pero después el Padre le pone el manto de su justicia, le regala el anillo de sello de su Espíritu y le invita a comer la carne del “mejor sacrificio”, que El hizo preparar para su hijo. El Padre llama a todos los de la casa para que vengan y se alegren juntos por el regreso del hijo perdido; que estuvo muerto espiritualmente pero por gracia vive nuevamente. El hijo piadoso que se había quedado en casa, también debe darle la bienvenida a su hermano perdido, venciendo su desacuerdo.

Con este “capítulo dorado” en la Biblia muestra Lucas la revelación de Jesús acerca del carácter y actuar del Padre suyo y nuestro en el cielo (Lucas 15:11-32). ¡Oh, que también los creyentes pudieran reconocer que Pablo dice también a pecadores perdidos: “gracia y paz vengan a ti, de Dios tu Padre!” El santo amor del Padre es mayor que nuestro entendimiento y nuestras tradiciones. En su amor hacia los perdidos podemos entender la ilimitada misericordia de nuestro Padre.

ORACIÓN: Padre, te adoramos, porque no nos echas fuera por nuestras mentiras, impurezas y arrogancia, sino que nos adoptas por el sacrificio expiatorio de Jesús y has derramado tu Santo Espíritu en nosotros, para que podamos decirte “¡Abba, amado Padre!” y gritar “¡Aleluya!”. Haz realidad todas las peticiones del “Padre Nuestro” en nuestras vidas. Amén.

PREGUNTA:

  1. ¿Por qué tenemos el derecho de testificar: “El todopoderoso Dios es nuestro Padre”?

(Aquí termina el saludo apostólico de Pablo en su carta a la iglesia en Colosas, porque ella estaba recién en los comienzos de la fe. En las demás cartas, el saludo continúa).

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