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4. El Espíritu Santo revela los acontecimientos más significativos de la historia (Juán 16:4-15)
JUÁN 16:4-7
4 "Y les digo esto para que cuando llegue ese día se acuerden de que ya se lo había advertido. Sin embargo, no les dije esto al principio porque yo estaba con ustedes. 5 Ahora vuelvo al que me envió, pero ninguno de ustedes me pregunta: “¿A dónde vas?” 6 Al contrario, como les he dicho estas cosas, se han entristecido mucho. 7 Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes."
Al principio, Jesús no habló de las dificultades, el sufrimiento y la persecución con sus discípulos, sino que les informó de que los cielos se abrían y los ángeles ascendían y descendían sobre el Hijo del Hombre. Se dieron cuenta con alegría del poder de Dios que actuaba en el Hijo para realizar milagros. Poco a poco, los fanáticos endurecieron su actitud contra él y las multitudes le abandonaron por miedo a los judíos. No quedó nadie con él, excepto sus discípulos, a los que iba a dejar rumbo al Padre celestial. Luego habló de la persecución y de la muerte, ante lo cual se apoderó de ellos más dolor. No podían percibir un objetivo o sentido que fuera un estímulo futuro. Pero se dieron cuenta de que no dijo nada sobre su propio dolor, tortura y muerte; sólo habló de su partida hacia su Padre en términos positivos. Le preguntaron: "¿A dónde vas?". No deseaban verle ascender al cielo, sino que preferían que se quedara con ellos. Jesús respondió con claridad que era vital dejarlos, porque sin la cruz, el Espíritu no sería derramado. Sólo mediante la reconciliación de Dios con el hombre y la expiación del pecado por la muerte del Cordero de Dios de forma vicaria, la reserva del poder de Dios se abriría y vendría sobre sus seguidores. Jesús ha cumplido toda justicia para que la vida y el amor de Dios se derramen sobre ellos. La muerte de Jesús es la base del Nuevo Pacto y te da el derecho a la comunión con Dios. El Espíritu Santo logra este resultado y te conforta, asegurándote que Dios está contigo y en ti.
JUÁN 16:8-11
8 "Y, cuando él venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio; 9 en cuanto al pecado, porque no creen en mí; 10 en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no podrán verme; 11 y en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado."
El Espíritu puede confortar a los discípulos porque abre los ojos de los creyentes y juzga los corazones de los incrédulos sobre la base de estos principios.
El Espíritu nos enseña el significado del pecado y su alcance. Antes de la venida de Cristo, el pecado era la transgresión de los mandamientos de la Ley y el incumplimiento de la voluntad de Dios. Esto se considera una rebelión y una falta de confianza y de amor, una vida sin Dios y opuesta a él. Todos los pecados, ya sean morales, sociales o espirituales, se consideraban una violación de la majestad de Dios. Después de la cruz, este significado se subsumió en uno como el pecado que el hombre comete, es decir, el rechazo de Jesucristo como Salvador personal o, en otras palabras: rechazar la gracia gratuita de Dios. Quien desprecia el perdón gratuito de Jesús, blasfema contra el Santo y quien no cree en Dios como Padre y en Jesús su Hijo es un enemigo de la Santísima Trinidad. Dios es amor y quien rechaza ese amor retratado en Cristo comete el pecado mortal que lo separa de la salvación.
En la cruz, Cristo completó la salvación del mundo. No necesita volver a morir porque perdonó los pecados a todos los hombres de todos los tiempos. Todos son justificados por la gracia en la sangre de Cristo. A semejanza del sumo sacerdote, su ministerio comprende tres etapas. Primero, el sacrificio de la víctima. En segundo lugar, la ofrenda de la sangre al Santo de los Santos para llevar a cabo la expiación ante Dios. En tercer lugar, colocar la bendición sobre las multitudes de creyentes que la esperan. Todo esto lo hizo Jesús. Con esta ofrenda derrama la bendición del Espíritu Santo para que nos asegure que somos justos. La resurrección y la ascensión de Cristo completan nuestra justificación iniciada en la cruz.
Jesús no considera que el objetivo del juicio del mundo sea simplemente arrojar a los incrédulos al fuego del infierno, sino que también ve la destrucción de Satanás y su esclavitud, pues es quien aleja a la humanidad de la comunión del amor de Dios. Los ató con las cadenas del odio, convirtiéndolos en hijos del diablo llenos de planes diabólicos. Jesús, en su existencia terrenal y en su caminar en mansedumbre, condenó el orgullo del engañador. El amor del Hijo desarmó al Maligno. Cuando Jesús encomendó su espíritu a las manos de su Padre, prevaleció a las tinieblas que propaga Satanás. Jesús es el Conquistador, a pesar de su aparente debilidad. Su fidelidad hasta la muerte fue un juicio sobre Satanás y lo venció. Vivimos en un tiempo en el que esta victoria está vigente. Rogamos al Padre: "No nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno", mientras experimentamos los resultados de la victoria de Cristo en protección y seguridad.
ORACIÓN: Gracias Señor Jesús porque has librado la buena batalla y has permanecido fiel en la humildad, el amor y la esperanza. Te agradecemos también porque te acercaste al Padre y completaste nuestra justificación. Te exaltamos y alabamos con aleluyas porque pusiste las bendiciones de tu sacrificio en nosotros por el Espíritu Santo. Guárdanos en el amor de tu justicia para que el enemigo no encuentre dominio sobre nosotros. Rescátanos de Satanás para que venga tu reino y el nombre del Padre sea santificado en todo el mundo.
PREGUNTA:
- ¿Qué hace el Espíritu Santo en el mundo?