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c) La resurrección de Lázaro (Juán 11:34-44)
JUÁN 11:34-35
34 —¿Dónde lo han puesto? —preguntó. —Ven a verlo, Señor —le respondieron. 35 Jesús lloró.
Jesús no respondió con palabras. La conversación con alguien afligido es inútil. En este punto, las acciones fueron más efectivas que las palabras. Pidió a los presentes que le condujeran a la tumba. Le dijeron: "Ven a verlo". Estas fueron las mismas palabras con las que Jesús llamó a sus discípulos al comienzo de su ministerio. Él les llamó para que vieran la vida; estas personas le llamaban para que vieran la muerte. Lloró al ver la lentitud de los hombres para aprender, su ignorancia y su incredulidad. Incluso los mejores de sus seguidores eran incapaces de mostrar una fe verdadera. La carne no sirve, el alma carece de fe. El Espíritu Santo aún no había sido derramado sobre ellos. Reinaba la muerte espiritual y el Hijo de Dios sólo podía llorar ante el miserable estado de la humanidad.
Jesús era un hombre real, que se alegraba con los que se alegraban y lloraba con los que lloraban. Su espíritu estaba turbado. Su alma sensible se agitó al ver el temor de la muerte en sus seguidores y su falta de amor por el Dios vivo. Jesús llora hoy por el estado de nuestras iglesias, de nosotros mismos y por todos los que persisten en el pecado y en la muerte espiritual.
JUÁN 11:36-38a
36 —¡Miren cuánto lo quería! —dijeron los judíos. 37 Pero algunos de ellos comentaban: —Este, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera? 38 Conmovido una vez más, (…)
Los judíos vieron las lágrimas de Jesús y las explicaron como debidas a su amor por Lázaro. El amor no es fríamente lógico o intelectual, sino que armoniza con las emociones de otras almas. El amor de Cristo es más grande que nuestra comprensión y se extiende más allá de la muerte. Vio a Lázaro en su tumba sellada y se afligió por la victoria de la muerte sobre su amigo. Pero su corazón atravesó más allá de la piedra y preparó al cadáver para escuchar su llamada.
Algunos de los presentes criticaron a Jesús por su brusquedad y discutieron su autoridad. Ante eso, Jesús se enfadó. Porque la falta de fe y de amor y la débil esperanza provocan la ira de Dios. Jesús se propuso rescatarnos de las tinieblas y nos salva de nuestros estrechos horizontes para que nos aferremos a su amor, vivamos de su fe y descansemos tranquilos en su esperanza, sin volver a recurrir a los criterios humanos, sino confiando en su capacidad. Él desea resucitar a los que están muertos en pecados de nuestro entorno. ¿Se siente Jesús turbado por tu incredulidad o se alegra de tu ferviente amor?
ORACIÓN: Perdóname, Señor Jesús, por las oportunidades perdidas de confiar y amar. Perdona mi falta de fe y perdona mi interés personal. Impúlsame hacia una esperanza viva para honrarte y rendirme constantemente a ti.
PREGUNTA:
- ¿Por qué se turbó Jesús y por qué lloró?