Home -- Spanish -- John - 047 (Sifting out of the disciples)
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5. La prueba de los discípulos (Juán 6:59-71)
JUÁN 6:66-67
66 Desde entonces muchos de sus discípulos le volvieron la espalda y ya no andaban con él. Así que Jesús les preguntó a los doce: 67 —¿También ustedes quieren marcharse?
El milagro de la alimentación de los cinco mil creó un entusiasmo masivo. Sin embargo, Jesús puso de manifiesto el engaño que había detrás de ese entusiasmo que iba a alejar a muchos de él. Él no quiere un celo o una piedad superficiales, ni una mera credibilidad para un propósito dudoso. Desea un segundo nacimiento, una fe sincera que se someta a él sin retenciones. Al mismo tiempo, espías del Alto Consejo de Jerusalén se infiltraron entre sus seguidores. Amenazaron a los leales con la expulsión del judaísmo, si persistían en seguir al que llamaban el engañador. Muchos en Capernaúm se apartaron, de modo que la gente común se volvió contra él. Incluso los fieles temían la autoridad del Consejo. Consideraban que el credo de Jesús era extremista. Sólo una pequeña minoría de seguidores sinceros se quedó con él. El Señor estaba separando el trigo de la paja.
Anterior a esto, Cristo había elegido a doce apóstoles de entre sus seguidores, reflejando las doce tribus de su pueblo. Este número se compone de 3 x 4, que representan el cielo y la tierra, o más exactamente, la Santísima Trinidad y las cuatro esquinas de la tierra. Así, en su círculo de discípulos se entrelazan el cielo y la tierra.
Después de la despedida, Jesús volvió a poner a prueba a sus elegidos, para confirmar su llamado y les dijo: "¿También ustedes quieren marcharse?” Con esta pregunta obligó a sus discípulos a decidir su rumbo futuro. Así les pregunta a ustedes y a sus amigos en tiempos angustiosos y en horas de persecución, ¿quieren dejarlo o permanecer junto a él? ¿Qué es más vital: las tradiciones, las emociones, la lógica o la seguridad material, por un lado, ¿o tu relación con Jesús?
JUÁN 6:68-69
68 —Señor —contestó Simón Pedro—, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
Pedro demostró la validez de la profecía de Cristo de que él era la roca sólida. Hablando en nombre de los demás, respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú eres la fuente de la vida eterna". Es posible que no comprendiera del todo las intenciones de Jesús, pero sentía en lo más profundo de su ser que el hombre Jesús de Nazaret era el Señor de los cielos, de quien proceden las palabras creativas con poder reanimador y no las de un simple hombre. Pedro creía que el Señor estaba presente. Participó en la distribución del pan. La mano de Jesús le sostuvo cuando estaba a punto de hundirse. El corazón de Pedro estaba apegado a Jesús, amaba a su Señor más que a cualquier otra cosa y no lo dejaría. Pedro eligió a Jesús porque le había elegido a él primero.
El líder de los apóstoles concluyó su testimonio con estas palabras: "Hemos creído y sabemos". Nótese que no dijo: "Hemos sabido y luego hemos creído". Porque es la fe la que abre la visión de los corazones. Es nuestra fe la que ilumina nuestras mentes. Así, Pedro y sus condiscípulos se rindieron a la atracción del Espíritu de Dios que le había llevado a la fe en Jesús iluminándolos para que conocieran la verdad. Crecieron en la comprensión de su gloria oculta. Todo conocimiento verdadero de Jesús es directamente un don de gracia de Dios.
¿Cuál era la naturaleza de la fe de los discípulos en Jesús? ¿Cuál era el contenido de esta fe? Estaban unidos al Mesías divino, en quien habitaba la plenitud del Espíritu. Él reunía en su Persona todas las funciones del sacerdocio, la realeza y la profecía. Los reyes, los sumos sacerdotes y los profetas del Antiguo Testamento fueron ungidos por el Espíritu Santo. En Cristo se combinan todas las energías y bendiciones del cielo. Él es el Rey divino omnipotente, al mismo tiempo es Sumo Sacerdote que reconcilia a la humanidad con su Creador. Es capaz de resucitar a los muertos y juzgará al mundo. Por la fe, Pedro percibió la gloria de Cristo.
Juntos, los discípulos creyeron y, con Pedro como portavoz, testificaron ofreciendo ese testimonio crucial: Que este Jesús es el Santo de Dios y no un hombre ordinario, sino también Dios verdadero. Todas las cualidades de Dios estaban en él como Hijo de Dios. Permaneció sin pecado y llevó a cabo su misión como Cordero de Dios, tal como había profetizado Juan el Bautista. Los discípulos lo amaban y lo reverenciaban, pues sabían que su presencia significaba la mismísima presencia de Dios. En el Hijo vieron al Padre y aprendieron que Dios es amor.
JUÁN 6:70-71
70 —¿No los he escogido yo a ustedes doce? —repuso Jesús—. No obstante, uno de ustedes es un diablo. 71 Se refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, uno de los doce, que iba a traicionarlo.
Jesús acogió con alegría este testimonio, que indicaba una fe creciente. Sin embargo, se dio cuenta de que uno de ellos se oponía a él en varias ocasiones. La dureza de corazón de este hombre se desarrolló hasta el punto de que Jesús le llamó "Satanás". Todos los apóstoles fueron elegidos, atraídos por el Padre hacia el Hijo, pero no eran robots en manos de Dios. Eran libres de obedecer la voz del Espíritu o de ignorarla. Judas cerró deliberadamente su mente a la voz de Dios y se entregó a Satanás, que estableció un vínculo mental entre ambos. Judas no dejó a Jesús solo como habían hecho otros que lo abandonaron, sino que se quedó acompañándolo, un hipócrita que fingía creer. Se convirtió en el hijo del "Padre de la mentira" y avanzó en su traición. Mientras que Pedro confesaba el papel mesiánico de Jesús, Judas albergaba planes para traicionar a Cristo ante el Alto Consejo. Incitado por el odio, trazó en secreto sus traicioneros designios.
El evangelista no concluye este importante capítulo con obras impactantes sobre la autoridad otorgada a los apóstoles. Pero da importancia al hecho de que, incluso en el círculo de los fieles, había un traidor. Jesús no lo expulsó, ni reveló su nombre a los demás. Pero lo soportó pacientemente, por si Judas se arrepentía de la maldad de su corazón.
Querido hermano, examínate humildemente. ¿Eres un hijo de Dios o un hijo de Satanás? ¿Te abres a la atracción del Espíritu o tiendes a un pacto con Satanás? Ten cuidado, no sea que pierdas el propósito de tu vida. Tu Señor te ama y te ha salvado. Sin embargo, si rechazas su salvación, te desviarás hacia los caminos del mal y permanecerás bajo la esclavitud de Satanás. Vuelve a Cristo, porque él te espera.
ORACIÓN: Señor Jesucristo, tú eres el Hijo de Dios, santo, misericordioso, poderoso y victorioso. Perdona mis ofensas y establéceme en tu pacto para que pueda vivir en santidad, continuar en tu presencia y ser transformado a tu imagen. Santifica a tus seguidores para que crezcan en la fe y el conocimiento y para que den testimonio a todos de que sólo tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Amén.
PREGUNTA:
- ¿Qué implicaciones tiene el testimonio de Pedro?