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3. Cristo resucita a los muertos y juzga al mundo (Juán 5:20-30)
JUÁN 5:20-23
20 Pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que estas le mostrará, que los dejará a ustedes asombrados. 21 Porque, así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes a él le place. 22 Además, el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado en el Hijo, 23 para que todos honren al Hijo como lo honran a él. El que se niega a honrar al Hijo no honra al Padre que lo envió.
¡Qué poderosas son estas obras! imposibles para el hombre, pero realizables para Jesús. El Padre las encomienda al Hijo para que las realice. Aquí observamos dos cualidades profetizadas en la Escritura relativas a Cristo. Los judíos esperaban al Hombre que los tipificaba: Resucitar a los muertos y juzgar de verdad. Las dos cosas iban juntas y Jesús se las atribuyó a sí mismo. Jesús predijo de antemano, en presencia de sus enemigos, que es el Señor de la Vida que va a juzgar, aunque ellos lo consideraron un loco o blasfemo. Resolvieron matarlo. Con esta afirmación Jesús quiso transformarlos y llevarlos a pensar correctamente y a arrepentirse con sinceridad.
Nuestro Dios no es un destructor, sino un dador de vida que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta de su extravío a la vida. El que abandona a Dios perece gradualmente en espíritu, alma y cuerpo. Sin embargo, el que se acerca a Cristo revive y experimenta la vida eterna. El Salvador desea tu reavivamiento y tu despertar. ¿Escucharás su voz? ¿O persistirás en una vida de pecado y culpa?
Desde la eternidad el universo está construido en la verdad. Aunque la gente se despreocupe de su Señor, matándose y engañándose unos a otros, la verdad es inmutable. El día del juicio es el gran día de dar cuentas. La venganza divina caerá sobre todos los ultrajes y especialmente sobre el maltrato a las viudas y a los débiles. Dios ha confiado todo el juicio a Cristo. Él juzgará a todos los pueblos, lenguas y religiones. Jesús fue un ser humano sin pecado, por lo que comprende nuestra condición humana y comprende nuestras debilidades. Su juicio es justo. Cuando aparezca en su gloria, todas las tribus de la tierra se lamentarán porque ignoraron al Juez, despreciándolo y rechazándolo. ¿Te das cuenta de esto?
Entonces todos doblarán la rodilla ante el Hijo. Los que descuidaron la adoración de Cristo en la tierra, lo honrarán con temor y temblor. Cristo es digno de todo poder, riqueza, sabiduría, honor y gloria (Apocalipsis 5:12). Ha reconciliado al mundo con Dios. Fue el Cordero manso sacrificado por nosotros. Dios y el Hijo se parecen en la esencia del amor y el poder, no sólo en las obras sino en el valor del honor y la adoración que se les ofrece. Por eso Jesús no rechazó la adoración de nadie mientras estuvo en la tierra. Debemos honrar al Hijo como lo hacemos con el Padre. Podemos dirigirnos al Hijo en la oración directamente como lo hacemos con nuestro Padre celestial.
Todos los que rechazan a Cristo o lo menosprecian rechazan al propio Padre. El Eterno es libre de elegir un Hijo. La razón principal por la que las personas que niegan la filiación de Cristo y su adoración es su mentalidad perversa. No están dispuestos a conocerlo y por eso no pueden conocer a Dios en su realidad.
JUÁN 5:24
24 Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida.
Quien escucha con gusto el Evangelio de Cristo y cree en su filiación y redención, recibe la vida eterna. Una vida que no comienza con la muerte sino aquí en la tierra por medio del Espíritu Santo. Este Espíritu desciende sobre ti porque crees en el Padre y en el Hijo. No todos captan el sentido de las palabras de Cristo, aunque lo hayan escuchado mil veces, y lo hayan leído y analizado su contenido. No hablarán de la gracia del Hijo, ni caminarán en el Espíritu. La verdadera fe es la confianza en Cristo y la adhesión a él. Entrando en este vínculo con Cristo eres justificado, liberado del juicio, porque es la fe la que te salva no las obras. El amor de Cristo cubre a los que se refugian en la cruz y borra sus pecados y purifica la conciencia. Nos anima a acercarnos a Dios. Porque el Eterno se ha convertido en nuestro Padre por nuestro nuevo nacimiento. Nuestro renacimiento es el resultado de nuestra justificación.
¿Has reconocido la gran promesa de Cristo? Has sido liberado de la muerte y sus terrores. Estás eternamente vivo en la gracia de Cristo. La ira de Dios no caerá sobre ti.
Tu fe en Cristo te ha transformado, una vida santa y eterna es ahora tuya. Nuestro vínculo con Jesús no es simplemente intelectual sino práctico, existencial y genuino. No hay mayor salvación que nuestra permanencia en Cristo. Aprende de memoria el versículo 24 y fija tu vida en Él y nos encontraremos en la eternidad cara a cara.
ORACIÓN: Te adoramos Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque has perdonado nuestros pecados y nos has justificado. No pasaremos al juicio porque tu ira ha pasado sobre nosotros. Te adoramos porque tu vida se ha derramado en nosotros y la muerte para nosotros ha sido cancelada. Vivimos para ti eternamente. Haznos firmes en ti para engrandecer tu nombre.
PREGUNTA:
- ¿Cuáles son las dos tareas importantes que el Padre le dio a Cristo para que las ejecutara?