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b) La necesidad de un nuevo nacimiento (Juán 3:1-13)
JUÁN 3:6-8
6 Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. 7 No te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”. 8 El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu.
Jesús mostró a Nicodemo la necesidad de un cambio radical en todos. Esa transformación es tan grande como la diferencia entre la carne y el espíritu. La palabra "carne" en el Nuevo Testamento representa la naturaleza humana caída y alejada de Dios, los malvados que se dirigen hacia la perdición. La palabra abarca no sólo el cuerpo, sino la mente y el espíritu de los rebeldes. Este es el estado de corrupción total, como señaló Jesús: "Del corazón salen los malos pensamientos". Ningún hombre merece entrar en el Reino de Dios. El hombre es malvado desde su nacimiento, y se convierte en una fuente de contaminación.
"Espíritu" significa el Espíritu Santo, el mismo Dios, lleno de verdad, pureza, poder y amor. Dios no desprecia al malvado, sino que ha superado el principio de la "carne" en Cristo. Esto muestra el objetivo del segundo nacimiento. El Espíritu en nosotros destruye los deseos carnales, para que podamos vivir a la altura de nuestra vocación. ¿Has nacido de nuevo, liberado de la tiranía de la carne?
En la tercera ocasión, Jesús se dirigió a Nicodemo con amabilidad y le dijo: "Tú y todos los miembros de tu Consejo, toda la descendencia de Abraham debe nacer de nuevo". Esa es una obligación, un deber sagrado. Te atestiguamos, hermano, que esta palabra pronunciada por Cristo, "debe", es imperativa. Sin una regeneración radical no puedes conocer a Dios, y nunca entrarás en su Reino.
¿Has oído el sonido del viento? Los renacidos son como los vientos que se escuchan. Parece que el viento viene del vacío y vuelve a él. Así también los hijos de Dios nacen de lo alto y vuelven a su Padre. El sonido del viento indica que está ahí.
La señal clara en el pueblo renacido es el sonido del Espíritu Santo hablado a través de ellos. No hablamos por la voz natural de los simples hombres que brota de sus mentes. El Espíritu Santo viene a nosotros desde más allá de este mundo, como la voz del poder de Dios en el creyente. ¿Ha descendido en tu corazón?
JUÁN 3:9-13
9 Nicodemo replicó: —¿Cómo es posible que esto suceda? 10 —Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? —respondió Jesús—.11Te aseguro que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto personalmente, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. 12 Si les he hablado de las cosas terrenales, y no creen, ¿entonces cómo van a creer si les hablo de las celestiales? 13 Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre.
En la explicación de Cristo, Nicodemo sintió el soplo del Espíritu Santo. Su corazón respondió a la atracción de lo divino. Pero su mente no se dio cuenta, ni captó la verdad en profundidad. Murmuró: "No sé cómo puede tener lugar tal nacimiento". Una confesión que fue una admisión de fracaso. Jesús siguió orientándole: "Sí, eres un maestro respetado, has venido a mí, mientras que otros se creían más brillantes y elevados para conversar conmigo. Los superas, pero ni siquiera tú conoces realmente los propósitos del Espíritu Santo. Toda tu adoración, tus ofrendas y tus esfuerzos por cumplir la Ley son vanos. No conoces los sencillos principios del Reino de Dios".
Una tercera vez Jesús pronunció una frase crucial: "Te aseguro". En todos los casos, Jesús anuncia una nueva revelación. Esto se debe a que nuestras mentes humanas son lentas para entender.
¿Cuál fue la nueva etapa en el aprendizaje de Nicodemo? Cristo pasó del pronombre singular "yo" al plural "nosotros", uniéndose así a la voz del Espíritu. Cristo es uno con Dios y su Palabra encarnada. Jesús enseña una verdad que no todos reconocen. Él da testimonio de asuntos que observa en comunión con el Espíritu. Debemos aceptar este testimonio y aferrarnos a él creyendo.
¿Qué era lo que conocía mejor que a toda la humanidad? Conocía a Dios y lo llamaba Padre. Este misterio no encuentra cabida en las mentes prejuiciosas de los líderes sin el Espíritu Santo. Cristo vino de su Padre y volvió a Él, descendió del cielo y ascendió a él. La separación entre Dios y los seres humanos terminó cuando el Espíritu de Dios se hizo carne en Jesús, y superó esa división. El Eterno ya no está lejos y es temible, sino está cercano y es tierno. Extrañamente, los hombres no captaron este testimonio de la verdad de Dios. No se dieron cuenta de la unidad entre el nacido del Espíritu y su Padre; porque se negaron a creer, o a confesar su pecaminosidad. No vieron la necesidad de renacer, sino que se engañaron a sí mismos pensando que eran buenos e inteligentes. Debieron haber sabido que la autosuficiencia no puede llevarles a entender la unidad de la Santísima Trinidad.
ORACIÓN: Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoramos; en la seguridad de tu amor nos has renovado y nos has hecho hijos de tu verdad. Que tu verdad y tu Espíritu Santo soplen sobre nuestra nación, para que muchos se salven, y el testimonio sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu se extienda a lo largo y ancho, y sea claro en nuestra lengua materna, para que muchos nazcan de nuevo.
PREGUNTA:
- ¿Cuáles son las señales de renacimiento en los creyentes?