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Previous Lesson -- Next Lesson JUÁN - La Luz Resplandece En Las Tinieblas
Estudio en el Evangelio de Cristo según Juan
PARTE 1 - El Resplandor De La Luz Divina (Juán 1:1 - 4:54)
C - La Primera Visita De Cristo A Jerusalén (Juán 2:13 - 4:54) -- ¿QUÉ ES LA VERDADERA ADORACIÓN?
4. Jesús en Samaria (Juán 4:1–42)
a) Jesús lleva a la adúltera al arrepentimiento (Juán 4:1-26)JUÁN 4:16-24 Después de que Jesús despertara en la mujer la sed de agua viva y le concediera su deseo de recibir el don de Dios, le mostró la barrera que le impedía recibir este don: su pecado. No la acusó con dureza diciéndole: "Eres una adúltera" sino que le pidió suavemente que llamara a su marido. Esta petición tocó una fibra dolorosa en ella. Como todas las mujeres, anhelaba la protección y el cuidado de un marido. Pero se sentía sola y despreciada y no quería revelar su vergüenza a Jesús. Así que se escudó diciendo: "No tengo marido". Jesús confirmó su afirmación de ser la verdad, que conoce todos los secretos. Él sabía que ella estaba sola y abandonada, buscando el amor a través de la lujuria, cayendo de un pecado a otro. Todo acto adúltero es una calamidad que retuerce la conciencia y enferma nuestros sentimientos internos y es más prominente en las mujeres. Una mujer sigue anhelando a su marido incluso después de esta ruptura, permanece ansiosa de un reencuentro y comprensión. Ahora se daba cuenta de que Jesús no era un hombre ordinario; sus palabras eran profética. En el fondo sabía que sólo Dios podía ayudarla. Pero, ¿dónde podría encontrar a Dios? ¿Con qué medios? La oración y los rituales se habían vuelto extraños para ella. Durante años no había asistido a ningún servicio religioso y, sin embargo, anhelaba la libertad y la paz con Dios. Después de que Jesús despertara en ella la sed de limpieza, la llevó a comprender que el lugar de la adoración no era el asunto vital, sino la Persona a la que adorar. Le anunció que Dios era el Padre celestial. De esa manera le otorgó su propia salvación en la esencia de conocer a Dios. Utilizó tres veces el término clave "el Padre". No es el genio o la piedad lo que crea el conocimiento de Dios sino solamente la fe en Cristo. Jesús dejó en claro que no todos los dioses merecían el título de Padre. Los samaritanos veneraban a varios dioses. Mientras que los judíos sabían quién era el Señor que se había revelado en la historia y había prometido que vendría un Salvador para el mundo de la casa de David. La religión bíblica iba a ser mundial. Desde entonces, el culto a Dios se liberó de los vínculos con un templo particular. Los creyentes debían ser el Templo de Dios, con el Espíritu habitando en ellos; toda su vida se convertía en el culto para la gloria de Dios. La redención de Cristo debía convertirse en su distinción, al entrar en la inmensidad de su amor. Han elegido una vida recta, honesta y limpia en el poder del Salvador. Su Padre celestial los ha renovado. Su adoración está llena de alabanza de todo corazón. Dios se complace cuando sus hijos se dirigen a Él espontáneamente con agradecimiento y devoción como "Nuestro Padre celestial". Dios es Espíritu, no un ídolo o un fantasma. Es nuestro Padre y nosotros conocemos su Espíritu. Conoce nuestra debilidad y nuestra incapacidad para acercarnos a Él. Vino a nosotros en el Hijo y nos limpió con su sacrificio para recibir su Espíritu. Dios quiere tener muchos hijos; sólo sus hijos pueden ofrecer una verdadera adoración en espíritu y en verdad. Pedimos al Padre que nos llene de su Espíritu, de la verdad y de la gracia, para que nuestra vida sea una respuesta a su amor. Nadie puede adorar a Dios como es debido, por eso Jesús nos dio el don del Espíritu. En Él nos convertimos en fieles suplicantes, alegres servidores y audaces testigos. Solo entonces nuestras vidas serán una adoración a nuestro Padre amoroso en el poder del Espíritu que fluye de la cruz de Cristo. Cristo ha limpiado el templo para instituir el verdadero culto. El Padre se reveló en Cristo a aquella mujer pecadora. Confesando su pecado y su sed de agua viva, Jesús le dio la gracia. ORACIÓN: Padre celestial, te agradecemos que desees que te honremos de corazón y que seamos santificados en nuestro caminar, alabando tu gracia. Purifica nuestra adoración. Haznos servidores que sigan a tu Hijo, que te glorificó siempre. Llénanos del Espíritu de oración para responder en todo momento a tu palabra que brota del Evangelio. PREGUNTA:
JUÁN 4:25-26 La mujer sintió el poder y la verdad de las palabras de amor de Jesús. Deseaba ver el cumplimiento de las promesas que Él le hacía. Recordó la profecía de la próxima aparición de Cristo. Puso sus esperanzas en el nombre del Mesías, creyendo que sólo Él podía informarle sobre el verdadero culto a Dios. Extrañamente, Jesús no se reveló con la claridad que lo hace aquí ante esta mujer en ninguna ocasión anterior. Dijo que era el Esperado, el Enviado de Dios y lleno del Espíritu Santo. "Yo mismo soy el regalo de Dios al hombre; la Palabra de Dios encarnada y la Salvación preparada para todos". La mujer no vio que el Mesías implica que es el Rey de reyes, el líder de los profetas y el Sumo Sacerdote. Es posible que haya oído que su venida estaría vinculada a la resurrección y a la difusión de la paz en la tierra. También puede que haya oído hablar de los anhelos políticos de los judíos asociados a este nombre. Pero todo lo que ella quería era un Salvador que la redimiera del pecado. Ella creía que Cristo podía hacerlo. Ante esto, Jesús dijo: "Ese soy yo, el que habla contigo". Los planes del cielo y las promesas de los profetas se encuentran en esta expresión "YO SOY". Un hombre ordinario no podría afirmar más explícitamente que era el Mesías. Estaba por venir el anticristo, que podría hacer tal afirmación falsamente. Pero Cristo es el amor encarnado que no desprecia a ningún pecador ignorante, sino que tendrá misericordia incluso con una mujer extranjera de Samaria. Él es misericordia, no juicio. |